
Después de cinco siglos, la sexualidad de los colombianos continúa enredada en la misma maraña de ritos y prohibiciones que heredamos del proceso de mestizaje. Por eso, no sería descabellado pensar en combatir la violencia con un revolucionario programa de educación sexual, que quizás pudiera evitarnos el incómodo trance de la cama al diván. JORGE IVAN CASTRO.
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