viernes, 29 de abril de 2011

EN ESTADO DE SUMISIÓN



En el Antiguo Testamento ya descubrimos este sentido de propiedad que tenía el varón en Israel, lo mismo que en otros pueblos. La mujer es propiedad del hombre junto con la casa, los asnos, las vacas... (Ex. 20, 17; 22, 19...), e incluso el adulterio es un pecado contra la propiedad. Por eso también ella está obligada a obedecer a su marido como a su dueño y señor: “rab”, en hebreo. Y así en las demás culturas. El mayor pecado de una mujer musulmana es desobedecer a su marido que es a la vez su dueño. Por María José Arana

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